La misteriosa explosión de 1908 en
Tunguska, que arrasó 2.150 kilómetros cuadrados de bosque siberiano, fue
provocada, casi con toda seguridad, por un cometa que penetró en la
atmósfera terrestre. La conclusión está respaldada por una fuente
difícilmente imaginable: el penacho de humo de los transbordadores
espaciales de la NASA en lanzamientos de un siglo después.
La
investigación vincula las dos clases de eventos debido a lo que sucedió
un día después de cada uno de ellos: Nubes brillantes, visibles de
noche, llamadas noctilucentes, que están compuestas por partículas de
hielo y que sólo se forman a altitudes muy elevadas y a temperaturas
extremadamente frías.Michael
Kelley, de la Universidad Cornell, ha dirigido el equipo de
investigación y sostiene que la gran cantidad de vapor de agua arrojado a
la atmósfera por el núcleo rico en hielo del cometa quedó atrapada en
remolinos de mucha energía por un proceso llamado turbulencia
bidimensional, que explica por qué las nubes noctilucentes se formaron
un día después a varios miles de kilómetros de distancia.
Después de la
explosión de 1908, conocida como el Fenómeno de Tunguska, los cielos
nocturnos resplandecieron durante varios días por toda Europa,
particularmente en Gran Bretaña, a más de 4.800 kilómetros de distancia.
Kelley se sintió intrigado por los relatos históricos de testigos
acerca de los efectos que se manifestaron tras la explosión de Tunguska,
y llegó a la conclusión de que los cielos brillantes tuvieron que ser
el resultado de nubes noctilucentes. El cometa debió haber comenzado a
desintegrarse a casi la misma altitud que alcanza el penacho de humo del
transbordador espacial en su lanzamiento.
En ambos casos, se inyectó
vapor de agua en la atmósfera.Examinando los diversos trabajos serios
que se han realizado sobre Tunguska, cualquiera puede llegar a la
conclusión de que lo ocurrido en esa región de Siberia fue solamente el
choque de un cometa con la atmósfera terrestre. Así se demuestra sin
lugar a dudas, en las anomalías isotópicas detectadas abundantemente en
las muestras de turba halladas en la zona, entre otros, por la
expedición internacional dirigida por Ivgeniy Kolesnikov en
1.992.Actualmente, sólo que se considera como alternativa seria, la
posibilidad de que en lugar de un cometa, la explosión fuera producida
por un asteroide de tipo terrestre (M. Galli, Universidad de Bolonia,
1.991). Estos científicos, así como la mayoría de los que han estudiado
este fenómeno, han llegado a sus conclusiones después de encontrar
evidencias tanto físicas (medición de anomalías isotópicas en la turba
,estishovita que es un subproducto de las ondas de choque meteoriticas,
cuarzo impactado, sanidina: mineral forjado en las altas temperaturas
tipicas de las colisiones, iridio metal parecido al platino muy raro en
nuestro planeta pero 10.000 veces mas abundante en cuerpos celestes como
meteoritos, hallado en el Meteor Crater, Arizona y en Tunguska) como
teóricas (análisis comparativo de los efectos de la explosión de
Tunguska con los modelos de comportamiento de los meteoritos en contacto
con la atmósfera).
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